martes, 17 de abril de 2012

Homenaje a las abuelitas.

Esta es Ernestina, la abuelita.


Nace de mis estudios del busto, quiero decir que realmente es un personaje ficticio; no es mi abuela (Chelo, como la llamaba mi abuelo, a la que recuerdo con gran cariño, dicho sea de paso). Pero podría ser la abuela de cualquiera, o mejor dicho, la Abuelita, así, con mayúsculas y diminutivo, con todo lo que ello implica: mucho cariño y un toque de añoranza.
... o incluso una abuelita de cuento.







Volviendo al tema cerámico, en el estudio del busto, me parece interesante fijarse también en las edades del hombre (o en este caso, de la mujer). Cómo se marca en el rostro el paso del tiempo: las arrugas, los cambios en carrillos y párpados, el cuello...







Y aprovechando, ya que creo un nuevo personaje, le doy su propia personalidad: Ernestina es una mujer ya entrada en años, ha trabajado duro toda su vida para sacar a los suyos adelante, pero, aun así, se conserva bien. Es sencilla, pero tiene una elegancia innata (a lo Audrey Hepburn); no es buscada, simplemente la tiene. Da importancia a las cosas importantes. Tiene unos cuantos nietos, a los que quiere enormemente. Es una mujer buena, cariñosa y querida. Es, en definitiva, feliz... y cariñosamente la llaman Abuelita.











Pero Ernestina esconde un secreto...




...está hecha con un barro recogido en el campo.


En crudo era como se ve en esta foto (color blanco-grisáceo) y una vez cocida a 1000º, es de un color entre dorado y anaranjado, muy bonito.
Por cierto, no he dicho que es muy pequeña: tiene unos 6 cm de alto...

Pero, la felicidad no es para siempre. A la pobre Ernestina le han detectado una enfermedad muy grave en el barro... tiene caliches, es decir, pequeños cachitos de cal (por no haber lavado el barro) que con el tiempo y la humedad se irán hinchando hasta romperla...  ¡¡¡sniff!!

...Ernestina ¡siempre te recordaremos!