lunes, 25 de junio de 2012

Nuevas formas, nuevos acabados.






Hola a todos. Después de este pequeño parón en el blog, causado por una gran falta de tiempo (... un encargo grande... je,je), retomamos para contar nuevas cositas.













Esta entrada del blog tiene dos partes: una primera (quizá menos interesante) referida a la forma. Son dos jarrones hechos a patir de placas, creando formas aplanadas. Están realizadas en barro refractario blanco y bruñidas. Antes de bizcocharlas se les aplicó una terra sigillata blanca.





La segunda parte y, según mi punto de vista, más interesante y novedosa, es el acabado. Después de bizcocharlas, las llevamos a nuestro hornete de rakú y cocciones experimentales (nunca mejor dicho). Subimos la temperatura a 800º y las sacamos... hasta aquí nada del otro jueves.





Entonces ¿cuál es la novedad? Pues los tonos conseguidos.

¿Y qué hicimos para conseguirlos? Pues bañamos la pieza con...



                        ... en este caso con café (sí, con café del que nos sobra cuando ponemos una cafetera y no nos lo terminamos). El líquido, al contacto con la pieza al rojo, se evapora, dejando los restos de su composición química en ella. Aquí obtuvimos tonos marrones y grises.




...¿Y el azul? ¿qué producto químico hemos dado?

Pues ninguno... todo natural y cotidiano.

Esta pieza la bañamos con...


                                               ...


                                                         ... ¡¡tachan!! (redoble de tambores)...


                                                                       ... ¡agua de cocer lombarda!

Fue una gran (y grata) sorpresa los tonos azules que aparecieron, gracias a su composición química. La pega es que es cacharrillo no aguantó el choque térmico y se le rompió la base (sin duda, estaba mal pegada).

Hay que decir (para los escépticos) que estas pruebas las hicimos hace ya bastantes meses y no han perdido el color. Seguiremos atentos a su evolución, pero parecen colores estables.




Por supuesto que la pequeña retícula que se ve en ambos cacharros se debe a un cuarteamiento de la terra caliente al entrar en contacto con el aire y el líquido (fríos), y que por esas mini-ranuras se mete el humo y quedan oscuras.





Este tipo de ahumados tiene como pega el olor (y lo que le dura a la pieza). Cogen un fuerte olor a cocina. De hecho, también probamos con vino tinto (pensando que quizá los taninos y demás nos dejaran una bonita marca) y, además de que el color rosado solo permaneció en las zonas no bruñidas de la pieza de prueba, no había quien aguantara el olor a flambeado que soltaba.



Ni que decir tiene que pensamos aprovechar esta nueva posibilidad del amplio e ilimitado mundo de la cerámica: el "ahumado gastronómico" (je,je)